sábado, 12 de junio de 2010

AVICENA

Abu'-Alí al-Husayn ibn-Sina (980-1037), que conocemos con el nombre de Avicena, fue uno de los mejores médicos del Islam. Sus conocimientos resultan casi increíbles. Fue probablemente el mayor intelectual del Islam; a los diez años conocía a fondo el Corán, al poco tiempo dominaba la ciencia de la lógica y había leído a Euclides y Ptolomeo, así como casi toda la literatura que pudo encontrar. A los 16 años había completado sus estudios de medicina, ya que como dice su biografía, "la medicina no es una ciencia difícil y por lo tanto sobresalí en ella en poco tiempo". A los 21 años había compuesto una enciclopedia de todas las ciencias excepto las matemáticas.

Fue un prolífico escritor, se dice que escribía cincuenta páginas cada tarde. El más famoso de sus trabajos es su Al-Qanun (El canon), probablemente el texto médico mejor conocido de todos los tiempos. Le valió el título de príncipe de los doctores.

Sin embargo, y en lo que concierne a tratamientos odontológicos, Avicena escribió poco nuevo. Hizo hincapié en la importancia de mantener los dientes limpios, recomendando para este fin dentífricos como espuma de mar, corazón de cuerno quemado, sal, conchas de caracol quemadas y pulverizadas. Trató de la dentición, recomendando que en casos difíciles pudiera aplicarse grasas y aceites, así como sesos de liebre o leche de perras en las encías.

Avicena examinó con detalle las causas del dolor de muelas, en sus textos volvemos a encontrar referencias al gusano dental para el cual recomienda la fumigación: "se cogen cuatro granos de beleño y cuatro semillas de puerro además de dos cebollas y media; se chafa con grasa de cabra hasta que esté fino, y con esta pasta se hacen píldoras de un dirham de peso; se quema una pastilla en un embudo debajo de la cabeza cubierta del paciente.

Entre los muchos temas tratados por Avicena se encuentra el uso de la lima para reducir la altura de un diente alargado y del arsénico para fístulas y úlceras fétidas de las encías.

Una de las secciones más significativas de El canon se refiere al tratamiento de fracturas de mandíbula. Avicena hizo hincapié en la importancia de determinar si la fractura había sido correctamente reducida. La mejor forma de comprobar esto, decía, es observar si los dientes adquieren la posición cerrada correcta después de la reducción. Conseguido esto aconsejaba poner un vendaje sujetador alrededor de la mandíbula, cabeza y cuello, y una tablilla ligera a lo largo de los dientes.

Entonces, en caso necesario, se podía usar alambre de oro para reforzar la estabilidad del vendaje. Este procedimiento racional concienzudo era muy avanzado para el siglo XI, diferenciándose apenas del tratamiento recomendado hoy en día y fue realmente la base para el tratamiento de los cirujanos de la Edad Media.

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